Impacto de las Cooperativas Agroalimentarias en la Adopción de Prácticas de Cultivo Sostenible. Un Análisis para el caso de la Región de Murcia
El desarrollo sostenible, definido como “aquel que satisface las necesidades del presente
sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”
(Asamblea General de las Naciones Unidas, 1987), ha ido adquiriendo cada vez mayor
importancia tanto en el debate político como en la esfera empresarial y académica. Buena
prueba de ello es que, en 2015, la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Agenda
2030 para el Desarrollo Sostenible, que incluye los denominados Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) y, en 2020, la Comisión Europea aprueba el denominado Pacto Verde
Europeo, considerado como la hoja de ruta de la Unión Europea para alcanzar los ODS.
La Agenda 2030 considera la actividad agraria como clave para el desarrollo sostenible
en la media que esta actividad, desarrollada de manera sostenible, debe responder al
crecimiento de la demanda de alimentos y, al mismo tiempo, promover ecosistemas
saludables y apoyar la gestión sostenible de la tierra, del agua y de los recursos naturales,
de forma que no comprometa la presente y futura capacidad de producción del planeta
(Gómez-Limón y Reig-Martínez, 2013). De aquí que el Pacto Verde Europeo incluya,
entre sus ocho acciones clave, dos con gran influencia en el sector agroalimentario, las
conocidas como “Estrategia de la granja a la mesa”, y la “Estrategia sobre biodiversidad”,
y que la nueva Política Agrícola Común potencie los aspectos relacionados con la
sostenibilidad, en línea con los objetivos de ambas estrategias.
La agricultura es una actividad productiva con un marcado carácter multifuncional. Más
allá de la provisión de alimentos, proporciona otros bienes y servicios susceptibles de ser
intercambiados en el mercado (forraje, fibra, biocombustibles…) y otros de no mercado
(sociales y ambientales) que tienen el carácter de externalidades (positivas o negativas) o
de bienes públicos. Así, por ejemplo, favorece la regulación climática y el secuestro de
carbono, proporciona un entorno para actividades de ocio y turismo, y favorece la
biodiversidad. Sin embargo, junto a estas contribuciones positivas de la agricultura al
bienestar de la sociedad, también aparecen efectos negativos. Entre otros, la actividad
agrícola es responsable de, aproximadamente, el 70% del consumo de los recursos
hídricos a nivel mundial, una presión que es especialmente reseñable en entornos
semiáridos, como es el caso de la Región de Murcia.
Impacto de las Cooperativas Agroalimentarias en la Adopción de Prácticas de Cultivo Sostenible. Un Análisis para el caso de la Región de Murcia.
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